Hablar de internacionalización, es algo más que hablar de exportación y/o importación de mercancías. La internacionalización presupone la implantación de la empresa en el exterior, comercial o productiva, con el propósito de garantizar la presencia continua de la empresas en los países de destino de sus operaciones.

El proceso de internacionalización es lento, hasta que se ven los primero resultados pueden pasar hasta tres años (la paciencia es clave); asimismo, este proceso no está exento de riesgos, y son muchos los obstáculos a los que la empresa puede enfrentarse, y que al final le pueden llevar a fracasar. 

Internacionalizar la empresa exigirá mucho a los directivos y el personal. Habrá que cambiar de residencia, viajar más tiempo, hablar diferentes idiomas, adaptarse a distintas culturas, confiar en terceras personas para la toma de decisiones, lo que supondrá a menudo perder el control sobre ellas. Será todo más complejo que cuando nos centrábamos en el mercado interior. Por ello, la primera tarea a realizar por los directivos es realizar un diagnóstico interno de la empresa y de su posición para salir al exterior


Superado el diagnóstico y comprobado que la empresa cuenta con los recursos para internacionalizar. El siguiente paso, es la elaboración de un plan de internacionalización. Tal como se mencionó la internacionalización es un proceso lento, no exento de riesgos, por lo tanto, la empresa debe tener clara su estrategia para no fracasar; y este el propósito del plan. En efecto, el plan de internacionalización es una hoja de ruta, a la vez que una carta de presentación de la empresa, ya que ha de generar confianza a terceros susceptibles de apoyarlo directa o indirectamente.

El éxito o el fracaso en la internacionalización dependerán de si se ha dado con la estrategia acertada, de disponer de suficientes recursos económicos y, sobre todo, de disponer del capital humano adecuado. Lo recomendable es que se vaya paso a paso, sin saltarse etapas.

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