La decisión de internacionalización ha de estar respaldada por razones de peso, no sólo por el esfuerzo que ello supone para la empresa
Gracias a la globalización, en la última década, distintas empresas latinoamericanas han estado invirtiendo cada vez más en el extranjero. En consecuencia, el sector exterior se posiciona como el motor de desarrollo de las economías de América Latina, y asimismo, ha servido para suavizar los efectos de la crisis en América Latina. Donde, la diversificación internacional puede proporcionar múltiples beneficios a aquellas empresas que buscan crecimiento a través del establecimiento en países extranjeros.
Estos beneficios pueden incluir; acceder a un mayor mercado (como la India y China), aumentar el retorno sobre la inversión, desarrollar economías de escala y/o aprendizaje. Además, facilitar la innovación y generar los recursos para sustentar un programa de inversión extranjera directa (IED) a gran escala. Sin embargo, en este entorno, mantener una buena comunicación empresarial con el exterior representa una parte esencial ante la decisión de cualquier empresa que desee internacionalizar. Para llegar al exterior con éxito es vital comunicar bien y de forma estratégica teniendo en cuenta los objetivos de negocio.
De esta manera, la decisión de internacionalizarse ha de estar respaldada por razones de peso, no sólo por el esfuerzo que ello supone para la empresa, sino por el riesgo que implica y el tiempo que lleva cumplir las distintas fases que requiere el proceso hasta alcanzar una profunda penetración del mercado exterior, y esto debe complementarse con una buena comunicación.
Además, como inconvenientes ineludibles podemos citar la complejidad del mismo proceso, la incertidumbre del mercado internacional, la gran inversión de recursos humanos y financieros o la profunda transformación de la organización que ha de acometerse, necesaria para afrontar los desafíos que plantea la conquista de nuevos mercados. De este modo, pese a las exigencias y riesgos asociados a esta salida al exterior, todos ellos difíciles desafíos, no son menos significativas que las ventajas de internacionalizarse.
Por todo lo mencionado, antes de lanzarse a nuevos mercados, las empresas latinoamericanas deben realizar un plan estratégico de internacionalización que les permita segmentar al público objetivo, estudiar a sus clientes potenciales, fijar los canales para llegar a ellos, definir el mensaje, determinar el idioma de comunicación, y si olvidarse, del valor agregado de su producto y gestión, entre otros factores tanto externos como internos. Todo lo anterior, debe complementar las empresas con conocimiento sobre la cultura, la lengua y las costumbres de cada país para poder internacionalizar con éxito en el nuevo entorno (país).
A grandes rasgos, toda este periodo de análisis que propuse en el párrafo anterior, nos va a permitir decidir si salimos al exterior, si la respuesta es afirmativa; el siguiente paso será seleccionar los mercados (países) donde vamos a ir a vender y a comercializar nuestros productos; los siguientes pasos son los que nos permiten tomar la decisión de a quién vamos a vender nuestros productos y cómo los vamos a vender.
Finalmente los últimos pasos están relacionados con la necesidad de realizar un seguimiento y control (monitoreo) de todas las acciones a medida que se estén ejecutando y de los resultados que se vayan obteniendo. Sin embargo, cada compañía debe establecer su propio modelo de seguimiento y control, en función de su estructura organizativa y sus necesidades de negocio. Si las empresas no tienen en cuenta estos aspectos, su mensaje se perderá antes de llegar al país de destino.
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