
Hoy más que nunca nos queda clara la importancia de las cadenas de suministro para el buen funcionamiento de la economía global y para nuestra seguridad alimentaria. El suministro de los alimentos, resulta tan complejo que pocas veces como sociedad, nos cuestionamos cómo o dónde se produce nuestra comida.
La actual pandemia derivada de la propagación del virus COVID-19 ha puesto en evidencia la fragilidad del suministro global de alimentos. Ocasionando un caos del cual tomará mucho tiempo recuperarse, y en algunos casos, nunca volverá a ser igual.
El contexto histórico de la pandemia, invita a los fabricantes de bebidas y alimentos a nivel mundial a adoptar un nuevo enfoque comercial basado en la proximidad y la sostenibilidad de las cadenas productivas y de suministro. Un nuevo modelo económico y productivo que revolucionará nuestra forma de hacer negocios.
El aumento de la demanda de los consumidores, la exigencia de una mayor innovación y transparencia en los productos, las cada vez más complejas certificaciones de calidad y responsabilidad social, así como los altos costos logísticos y los bajos márgenes de utilidad, son sólo algunos de los factores más relevantes que están cambiando la dinámica del mercado.
Desde mi punto de vista, la interrupción de las cadenas de suministro a causa de la propagación del virus COVID-19, se ha convertido en un acelerador de cambio positivo. Un cambio que por primera vez en la historia antepone la salud y la sostenibilidad antes del beneficio económico.
Una nueva era comercial donde las cadenas de suministro deberán contar con un alto grado de trazabilidad y transparencia total. Esto incluye la medición precisa de la huella ambiental, el monitoreo del uso de agroquímicos, la verificación de la producción de alimentos seguros y auténticos, y el respeto al medio ambiente, a nuestro planeta y todos los que trabajan en las cadenas de suministro.
Un modelo que promete a los agricultores obtener un ingreso más digno por sus cosechas, y a su vez, le permite a las compañías tomar decisiones más rápidas y mejor informadas, impulsando así su rentabilidad.
Y, por supuesto, beneficiando finalmente al consumidor, quien estará mejor informado sobre cómo y dónde se producen sus alimentos.
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