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Hay muchas guías técnicas para exportar. Manuales de incoterms, rutas logísticas, tratados internacionales. Pero lo que nadie te entrega es un manual emocional para esa primera vez en que decides enviar algo de tu país al mundo… y descubres que no se trata solo de llenar formularios, sino de sostener ilusiones con las manos temblando.

Yo lo viví. Y si estás por vivirlo, déjame contarte cómo es.

Cómo manejar las emociones al iniciar en la exportación

El entusiasmo como primer contenedor

La primera exportación no se empaca en cajas. Se empaca en expectativas.

Recuerdo cuando un cliente europeo me respondió que sí, que quería probar nuestro chocolate de origen cusqueño. No dormí esa noche. Me imaginaba ya en ferias internacionales, con el logo de la empresa bordado en una camisa que aún no teníamos. Lo que no imaginaba era la maratón de trámites, cotizaciones y preguntas técnicas que vendrían después: ¿FOB o EXW? ¿HS Code exacto? ¿Certificado de origen digital o físico?

Pero uno aprende. A fuerza de ensayo, error y alguna lágrima silenciosa en la ventanilla de Serpost.


Cuando el producto sale, tú te quedas mirando

El momento en que la caja se va es casi poético. En ella no solo va el producto: van meses de trabajo, el nombre de tu comunidad, el sabor de tu tierra. Exportar es, en esencia, un acto de fe. Le estás diciendo al mundo: aquí estamos, esto es lo que somos.

Y el mundo responde. A veces bien. A veces con un reclamo por una etiqueta mal colocada. A veces con silencio.

Lo que nadie te dice del comercio exterior

Nadie te advierte que el primer envío puede doler. Que si la caja regresa o se pierde, no solo hay una pérdida logística, sino emocional. Que a veces el primer cliente no vuelve, y que eso no significa fracaso, sino experiencia.

Por eso decidí escribir este pequeño “manual de supervivencia emocional” para quien hoy esté a punto de exportar por primera vez:

Cinco reglas que aprendí fuera del aula

  1. No idealices. La exportación es poderosa, pero no es mágica. El camino será duro, y eso es parte del proceso.
  2. No lo hagas solo. Apóyate en redes, instituciones, colegas. Pregunta. Aprende. Comparte errores.
  3. El feedback no es un ataque. Si un comprador te dice que tu empaque no funciona, escúchalo. Es oro.
  4. Recuerda siempre tu propósito. Exportar no es solo crecer, es representar.
  5. Celebrar cada logro, por pequeño que sea. Porque cada caja que cruza una frontera, es una pequeña victoria para ti y para el país.

Exportar no es mover mercancía. Es mover identidad.

Con los años he participado en ruedas de negocios, asesorado emprendimientos rurales, cerrado contratos internacionales. Pero te confieso algo: nada se compara con ese primer envío.

Y hoy, cuando veo a otros exportadores dando sus primeros pasos, no les hablo de aranceles. Les hablo de paciencia. De carácter. De orgullo.

Porque el verdadero comercio exterior no empieza en la aduana. Empieza en el corazón del que se atreve a sacar al Perú en una caja… y enviarlo al mundo con la frente en alto.

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