no tienen nacionalidad

Como parte de nuestra colaboración con Un Mundo Inmenso, presentamos la vigésima octava publicación de esta serie conjunta: “Apátridas: por qué hay personas que no tienen nacionalidad”.

Hay personas que no son reconocidas como nacionales por ningún país. Algunas nacen así, debido a vacíos legales o diferencias en las leyes de nacionalidad, mientras que otras pierden su ciudadanía por razones políticas o históricas. Incluso comunidades enteras han sido privadas de una identidad legal, lo que limita su acceso a derechos básicos y revela una realidad que aún persiste en el mundo actual.


Apátridas, cuando no se pertenece a ningún país

Viajar, mostrar un pasaporte o abrir una cuenta bancaria son actos cotidianos para la mayoría. Pero para millones de personas, esas acciones resultan imposibles. No se trata de criminales ni fugitivos, sino de individuos que no poseen nacionalidad: los apátridas.

Se estima que más de 10 millones de personas en el mundo viven en esta situación. Al no ser reconocidas como nacionales por ningún Estado, carecen de derechos básicos como la educación, la salud o el empleo formal. Tampoco pueden comprar propiedades ni cruzar fronteras libremente.

Qué significa ser apátrida

Un apátrida es una persona a la que ningún Estado reconoce como ciudadano conforme a su legislación. En otras palabras, no pertenece legalmente a ningún país. Esta condición puede presentarse desde el nacimiento o surgir a lo largo de la vida por motivos políticos, legales o incluso religiosos.

Aunque parezca una realidad lejana, la apatridia afecta tanto a individuos como a comunidades enteras. La falta de reconocimiento legal genera exclusión, dependencia y vulnerabilidad social.

Causas de la apatridia

Las causas son diversas, pero suelen originarse en vacíos legales o diferencias entre legislaciones nacionales. Algunos países otorgan la nacionalidad por sangre (ius sanguinis), otros por lugar de nacimiento (ius soli).

Imaginemos un caso: un niño nace en un país que solo concede nacionalidad a los hijos de sus ciudadanos, pero sus padres provienen de otro Estado que no otorga nacionalidad a los nacidos fuera de su territorio. Resultado: el niño no pertenece a ninguno.

A esto se suman las discriminaciones por género o religión. En más de veinte países, solo los padres pueden transmitir la nacionalidad. Si el padre está ausente o no se reconoce el matrimonio, los hijos nacen sin nacionalidad. Este tipo de normativas perpetúa desigualdades estructurales y genera generaciones enteras de personas invisibles.

La historia de Maha Mamo: nacer sin nacionalidad

El caso de Maha Mamo ilustra bien esta realidad. Sus padres, un cristiano y una musulmana, huyeron de Siria hacia el Líbano, donde nacieron ella y sus hermanos. Pero el Líbano solo concede nacionalidad a los hijos de ciudadanos libaneses, y Siria no reconocía matrimonios interreligiosos.

Así, Maha nació sin nacionalidad. No podía viajar, estudiar en universidades públicas ni acceder a un trabajo formal. Después de años de gestiones, en 2016 Brasil le otorgó residencia y documentos oficiales. Desde entonces, dedica su vida a visibilizar la situación de millones de personas que viven sin identidad legal.

Comunidades enteras sin patria

Más allá de los casos individuales, existen pueblos enteros que viven sin reconocimiento nacional.

Uno de los ejemplos históricos más conocidos es el de los judíos alemanes durante el régimen nazi. En 1935, las leyes de Núremberg les retiraron la nacionalidad, dejándolos en un limbo jurídico que anticipó las atrocidades del Holocausto.

Hoy, la historia se repite con los rohinyás, minoría musulmana en Myanmar, declarada apátrida y víctima de persecución y desplazamiento forzado. Muchos huyeron a Bangladesh, pero tampoco fueron aceptados como ciudadanos allí.

Otro caso es el de los haitianos nacidos en República Dominicana. Una sentencia judicial de 2013 dejó sin nacionalidad a unas 200 000 personas nacidas entre 1929 y 2007, hijos de migrantes irregulares.

Incluso fenómenos recientes, como la crisis venezolana, han generado nuevos casos. Miles de niños nacidos en Colombia de padres venezolanos quedaron inicialmente sin nacionalidad, hasta que el gobierno colombiano reconoció su situación y otorgó ciudadanía por razones humanitarias.


Cuando un país desaparece

La apatridia también puede surgir por la desaparición o división de un Estado. Ocurrió con los coreanos residentes en Japón tras la separación de la península en Corea del Norte y Corea del Sur. Al cesar la existencia del antiguo Estado, sus documentos perdieron validez, dejándolos sin reconocimiento legal.

Esta situación inspiró historias de ficción como La terminal, protagonizada por Tom Hanks. El guion se basó en la vida real de Mehran Karimi Nasseri, un iraní que vivió casi 18 años en el aeropuerto Charles de Gaulle, en París.

Nasseri perdió su nacionalidad iraní tras protestar contra el régimen y no fue aceptado por ningún otro país. Sin documentos válidos, quedó atrapado entre fronteras, viviendo en una sala de espera hasta su fallecimiento en 2022. Su historia es un ejemplo extremo de lo que significa no existir jurídicamente.

Casos recientes y curiosos

Incluso personalidades conocidas atravesaron esta condición. El futbolista **Gonzalo Higuaín**, nacido en Francia en 1987, no fue considerado francés —por no ser hijo de franceses— ni argentino, ya que su nacimiento ocurrió fuera del país.

Durante años fue técnicamente apátrida, hasta que sus padres realizaron los trámites consulares. El caso, aunque anecdótico, muestra cómo los vacíos legales pueden afectar incluso a quienes nacen en contextos privilegiados.


Un problema con impacto humano y jurídico

Ser apátrida no es solo un obstáculo administrativo. Es una forma de exclusión que priva a las personas de identidad, pertenencia y protección. Sin un Estado que los reconozca, no pueden reclamar derechos ni acceder a oportunidades básicas.

Las organizaciones internacionales, encabezadas por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), trabajan para erradicar esta situación antes de 2030. Sin embargo, los avances son lentos y dependen de la voluntad política de los Estados.

Cómo se puede resolver

Los expertos proponen tres medidas concretas para reducir la apatridia:
  • Armonizar las leyes de nacionalidad, garantizando que ningún niño nazca sin ciudadanía.
  • Permitir que tanto hombres como mujeres transmitan la nacionalidad en igualdad de condiciones.
  • Reconocer a las comunidades históricamente excluidas mediante procesos de registro y documentación simplificados.

Además, la cooperación internacional puede fortalecer los mecanismos de protección, evitando que los conflictos o los cambios políticos dejen a más personas sin patria.

Una identidad que no debería ser un privilegio

La nacionalidad es mucho más que un documento: representa el acceso a derechos, libertades y seguridad. Vivir sin ella significa existir fuera del sistema legal y político global.

La historia de quienes no tienen nacionalidad nos recuerda que pertenecer a un país no debería ser un privilegio, sino una garantía universal. En un mundo cada vez más interconectado, ninguna persona debería ser invisible ante la ley.

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