la extinción humana

Como parte de nuestra continua colaboración con Un Mundo Inmenso, nos complace presentar la vigésima tercera publicación de esta serie conjunta, titulada: “La forma menos esperada de la extinción humana”.


La forma menos esperada de la extinción humana: la caída de la natalidad

Durante años hemos escuchado teorías sobre cómo podría extinguirse la humanidad: un meteorito, una guerra nuclear, el cambio climático o incluso la inteligencia artificial. Pero, lejos de esos escenarios catastróficos, hay una causa silenciosa, gradual y mucho menos espectacular que podría llevarnos al mismo destino: la baja natalidad.

Lo que parece un simple dato estadístico, cada vez nacen menos niños en el mundo, podría convertirse en una de las transformaciones más profundas de nuestra historia. ¿Podría realmente este fenómeno llevarnos a la extinción? Vamos a explorarlo.

Un planeta con menos nacimientos

Hoy, más de la mitad de los países del mundo tienen tasas de fertilidad por debajo del nivel de reemplazo poblacional: 2,1 hijos por mujer. Según Naciones Unidas, de los 237 territorios analizados, 130 están en esa situación. Algunos países, como Corea del Sur, registran apenas 0,7 hijos por mujer, la cifra más baja jamás vista.

La tendencia es clara: en la década de 1950, cada mujer tenía en promedio más de cinco hijos. Hoy, el promedio global es de 2,3. Y, de mantenerse la tendencia, en pocas décadas el mundo entero podría estar por debajo de la línea de reemplazo.

Los contrastes: África versus el resto

No todo el planeta vive este fenómeno de la misma manera.
  • África Subsahariana concentra los países con las tasas más altas, superando los cinco hijos por mujer.
  • Europa, Asia y América muestran la situación opuesta: sociedades envejecidas, aulas vacías y cada vez menos nacimientos.

Esto abre una gran brecha demográfica que influye en la economía, la migración y la geopolítica.

¿Por qué nacen menos niños?

Los especialistas identifican varias causas que convergen:
  • El costo de criar hijos: vivienda, educación y salud se han encarecido, lo que lleva a muchas parejas a retrasar o renunciar a la maternidad.
  • Carreras profesionales: en sociedades urbanas y competitivas, las prioridades laborales suelen imponerse.
  • Relaciones inestables: más divorcios, más solteros y más parejas que deciden no tener hijos.
  • Pesimismo sobre el futuro: crisis climática, inseguridad económica y conflictos globales llevan a muchos jóvenes a pensar que “no es un buen mundo para traer hijos”.

Un repaso histórico: ya ha pasado antes

La baja natalidad no es nueva. Después de la Revolución Francesa, Francia fue el primer país en registrar descensos sostenidos en la fertilidad. En los años 1920, más de la mitad de Europa ya estaba por debajo del reemplazo.

Pero algo cambió: en las décadas de 1930 y 1950 llegó el baby boom. Tres factores lo explican:
  • Avances tecnológicos que facilitaron la vida doméstica.
  • Progresos médicos que redujeron la mortalidad infantil.
  • Acceso más fácil a vivienda.

Estos antecedentes sugieren que las tendencias demográficas no son lineales ni irreversibles.


¿Un riesgo o una oportunidad?

Aquí surgen dos visiones opuestas:
  • Los alarmistas: temen un colapso económico y social. Menos jóvenes significa menos trabajadores, más carga sobre los sistemas de pensiones y menos innovación. Imaginan ciudades con casas vacías y economías paralizadas.
  • Los optimistas: creen que una población menor puede aliviar la presión sobre los recursos del planeta, reduciendo pobreza y desigualdad.

Ambas visiones tienen parte de verdad. Lo preocupante no es la disminución en sí, sino la velocidad y el desequilibrio regional con que ocurre.

Políticas para revertir la tendencia

Algunos países han empezado a reaccionar:
  • China eliminó su política del hijo único.
  • Corea del Sur creó un Ministerio de Estrategia Demográfica.
  • Suecia ha aplicado políticas de conciliación laboral y familiar que muestran resultados parciales.

Sin embargo, los incentivos económicos por sí solos no parecen suficientes. Las políticas exitosas combinan apoyo financiero con cambios culturales, equidad de género y acceso a vivienda.

Migración: un factor clave

En países con baja natalidad, la migración ha sido un amortiguador natural. Jóvenes provenientes de regiones con más nacimientos equilibran la balanza y sostienen la fuerza laboral.

Pero no todos los países están abiertos a esta solución. Corea del Sur, por ejemplo, mantiene una política muy restrictiva hacia la inmigración, lo que agrava aún más su crisis demográfica.

Innovación y población

Un detalle importante: la historia muestra que a mayor población, mayor innovación. Cuando la densidad humana crece, también lo hace la búsqueda de soluciones a problemas colectivos.

Un mundo con menos personas podría avanzar más lento en descubrimientos científicos, tecnología y productividad. Y eso puede ser tan riesgoso como la escasez de mano de obra.

¿Extinción o transición?

Hablar de extinción humana por baja natalidad puede sonar exagerado. La humanidad sobrevivió milenios con crecimientos demográficos mínimos. Lo que sorprende no es la caída actual, sino la explosión poblacional de los últimos 200 años, cuando pasamos de 1.000 millones a 8.000 millones de habitantes.

Lo que está en juego no es solo la cantidad de personas, sino la capacidad de adaptarnos a una nueva realidad demográfica.

Más que extinción, lo que parece venir es una transición hacia un planeta menos poblado, más envejecido y con nuevas dinámicas sociales y económicas.

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