Como parte de nuestra continua colaboración con Un Mundo Inmenso, nos complace presentar la decimotercera publicación de este proyecto conjunto: “¿Por qué los aviones evitan cruzar el Pacífico?”. En esta nueva entrega, seguimos explorando rincones y fenómenos del planeta que, más allá de su escala geográfica, encierran complejidades técnicas, decisiones estratégicas y realidades poco conocidas del transporte global.
Acompáñanos en este sobrevuelo por el océano más extenso del mundo, donde las rutas aéreas no siguen líneas rectas, sino trayectorias calculadas con precisión. ¿Por qué los aviones comerciales bordean el Pacífico en lugar de atravesarlo directamente? ¿Qué factores meteorológicos, geopolíticos y operacionales explican este patrón? Las respuestas nos llevan a descubrir cómo la aviación moderna está tan influenciada por la tecnología como por las limitaciones invisibles del espacio aéreo.
¿Por qué los aviones evitan cruzar el Pacífico?
Miles de aviones surcan los cielos todos los días. Y sin embargo, muy pocos sobrevuelan el océano Pacífico de punta a punta. Una observación curiosa, pero real. Aunque existen rutas entre Asia y América, la gran mayoría evita el corazón de este vasto océano. ¿Por qué sucede esto? La respuesta no es una sola, sino una combinación de factores geográficos, técnicos y operativos que determinan cómo y por dónde deben volar los aviones.
El mapa miente: la línea recta no es tan recta
Una de las razones fundamentales por las que los vuelos evitan cruzar el océano Pacífico directamente es que, en aviación, lo que en un mapa plano parece una línea recta, en realidad no lo es.
Los mapas convencionales están proyectados en dos dimensiones, lo cual distorsiona las distancias y direcciones. En cambio, la ruta más corta entre dos puntos en la superficie curva de la Tierra se llama gran círculo y rara vez es una línea recta en un mapa tipo Mercator.
Para ilustrarlo: la ruta entre Los Ángeles y Tokio no traza una línea recta sobre el Pacífico, sino que se curva hacia el norte, bordeando Alaska. Esto acorta el trayecto, ya que, al seguir el arco del gran círculo, el avión recorre menos distancia que si volara sobre el ecuador o en una trayectoria más "horizontal".
El factor geodésico: no es una esfera perfecta
Además, la Tierra no es una esfera perfecta, sino un geoide ligeramente achatado en los polos. Esto influye en cómo se calculan las distancias más cortas, reforzando la utilidad de rutas que se acercan a las zonas polares, especialmente cuando los vuelos parten desde latitudes elevadas como Toronto, Vancouver o Anchorage.
Viento a favor (o en contra)
Otro factor crucial que influye en las rutas es el viento en altura, particularmente las corrientes en chorro o jet streams. Estas son bandas de aire que fluyen de oeste a este a velocidades que pueden superar los 300 km/h, ubicadas a gran altitud y en latitudes medias.
Optimización según la dirección
Los aviones que viajan hacia el este, por ejemplo, de Tokio a Los Ángeles aprovechan la corriente en chorro para reducir tiempo y consumo de combustible.
Por el contrario, los vuelos que van hacia el oeste evitan estas corrientes, pues implican volar con viento en contra, lo que aumenta los tiempos y el gasto de combustible.
Así, la ruta varía según la dirección del vuelo. No se trata solo de ahorrar tiempo: también hay un impacto directo en los costos operativos de las aerolíneas. Las diferencias pueden ser considerables. Un vuelo desde Tokio a Los Ángeles puede durar 10 horas y 20 minutos, mientras que el trayecto inverso supera las 11 horas y 40 minutos.
Seguridad ante todo: aeropuertos cercanos y regulaciones
El Pacífico no solo es inmenso, sino también vacío. A diferencia del Atlántico o del continente euroasiático, hay pocas islas habitadas y aún menos aeropuertos de emergencia en esa región.
Reglas de certificación y alcance de vuelo
Las aeronaves están reguladas por normas estrictas que establecen qué tan lejos pueden volar de un aeropuerto en caso de fallo de motor u otra emergencia. Estas reglas se conocen como ETOPS (Extended-range Twin-engine Operational Performance Standards).
Por ejemplo, un avión con certificación ETOPS-60 solo puede volar a una distancia que le permita alcanzar un aeropuerto en 60 minutos.
Las aeronaves más modernas y certificadas (como el Boeing 787 o el Airbus A350) pueden operar con ETOPS-180 o más, lo que habilita vuelos más largos sobre el océano.
Estas certificaciones requieren sistemas redundantes, pruebas rigurosas y entrenamiento especializado. Sin ellas, los vuelos deben trazarse en función de la proximidad a pistas seguras, lo cual reduce las posibilidades de cruzar el Pacífico directamente.
Infraestructura limitada: pocas alternativas ante imprevistos
Aunque existen islas como Hawái, Rapa Nui o Tahití, estas no ofrecen suficiente cobertura para las vastas zonas sin tierra firme del Pacífico.
En cambio, las rutas que bordean Alaska y las islas Aleutianas permiten a los aviones mantenerse relativamente cerca de múltiples pistas de aterrizaje en caso de emergencia. Esta es otra razón clave por la que muchos vuelos de larga distancia, como Los Ángeles - Tokio, prefieren rutas más septentrionales, a pesar de parecer más largas.
Demanda comercial: no siempre hay pasajeros suficientes
Otra razón poderosa es puramente económica. La viabilidad de una ruta aérea depende de la demanda de pasajeros o carga, además del costo operacional.
Por ejemplo:
- Hay vuelos directos entre Sídney y Vancouver, o entre Auckland y Los Ángeles, porque hay demanda turística y comercial suficiente.
- Pero no ocurre lo mismo entre China o Japón y Sudamérica. Existen muy pocos vuelos que conecten estos destinos sin escalas, porque la demanda es escasa y las distancias extremas.
Aunque ha habido vuelos como Seúl - Buenos Aires, no son sostenibles a largo plazo sin una base de clientes sólida. Las aerolíneas, por tanto, prefieren rutas donde puedan asegurar altos niveles de ocupación.
Excepciones que confirman la regla
Sí, existen vuelos que cruzan el Pacífico. Hawái, por ejemplo, es un importante destino turístico con conexiones aéreas constantes desde Asia y América. Lo mismo ocurre con las islas del Pacífico Sur, como Fiyi, Samoa o Papúa Nueva Guinea.
Además, los vuelos entre Sudamérica y Oceaní* sí cruzan el océano de extremo a extremo. Las rutas Santiago-Sídney o Santiago-Auckland operan regularmente, pero también siguen trayectorias optimizadas, más cercanas a la Antártida que al ecuador.
Tecnología y futuro: ¿cambios a la vista?
Los avances en eficiencia energética, seguridad aérea y capacidad de alcance están haciendo que estas restricciones sean cada vez menos relevantes. Aeronaves de última generación, como el Airbus A350 ULR (Ultra Long Range), permiten cubrir distancias enormes sin escalas. Un ejemplo es el vuelo entre Singapur y Nueva York, una de las rutas más largas del mundo.
La posibilidad de más vuelos directos sobre el Pacífico existe, pero dependerá de factores como:
- Rentabilidad de las rutas.
- Infraestructura aeroportuaria en islas intermedias.
- Demanda de pasajeros de larga distancia, tanto de negocios como de turismo.
Por ahora, la realidad sigue siendo clara: el océano más grande del planeta sigue siendo también el más difícil de atravesar por aire. La eficiencia, la seguridad y la lógica económica seguirán dictando el rumbo de los aviones, aunque el mapa nos sugiera otra cosa.
Publicar un comentario