las importaciones

Las crisis globales recientes, desde el colapso financiero de 2008 hasta la pandemia del COVID-19 y la guerra en Ucrania e Irán,  han revelado la fragilidad de las economías ante los shocks internacionales. En muchos casos, la reacción inmediata ha sido la desconfianza hacia la dependencia externa, promoviendo discursos de autosuficiencia o relocalización de la producción. Sin embargo, la evidencia empírica y la teoría económica apuntan en otra dirección: las importaciones no debilitan la economía, la fortalecen.

El debate público y empresarial suele enfocarse en la importancia de las exportaciones como motor de crecimiento económico. Pero se habla poco del papel que cumplen las importaciones. Y, sin embargo, estas son esenciales para fomentar la competitividad, impulsar la productividad empresarial, diversificar riesgos y, en consecuencia, fortalecer la resiliencia económica.

Cómo las importaciones impulsan la competitividad

Importar es producir mejor

Desde hace más de una década, distintos estudios han demostrado que existe una relación positiva entre importaciones y productividad empresarial. Un metaanálisis de Shu y Steinwender (2019) encontró que en 18 de 20 estudios académicos revisados, mejorar el acceso a insumos intermedios importados generó efectos estadísticamente significativos en el aumento de la productividad. En ciencias sociales, esto se considera evidencia sólida.

Este impacto se produce a través de varios canales. Las importaciones facilitan la transmisión tecnológica, permiten acceder a mejores prácticas de gestión, reducen ineficiencias en la producción y amplían el catálogo de insumos disponibles para las empresas. Este acceso más amplio se traduce en procesos más eficientes, productos de mayor calidad y mejores condiciones de producción.

Importar para exportar mejor

Dado que las importaciones mejoran la productividad, no es sorprendente que también impulsen las exportaciones. Al integrar insumos de mayor calidad o tecnología más avanzada, las empresas pueden producir bienes más competitivos para el mercado internacional.

Por ejemplo, estudios muestran que las empresas que importan y exportan presentan un 48 % más de productividad laboral y pagan 44 % más en salarios que las que no participan en comercio internacional. Incluso las que solo exportan, pero no importan, tienen un 22 % más de productividad que aquellas completamente fuera del comercio.

Aunque estos datos son descriptivos y no prueban causalidad por sí solos, investigaciones adicionales lo confirman. Pane y Patru (2020) destacan que "importar insumos puede aumentar la productividad y las exportaciones", mientras que Bas y Strauss-Kahn (2014) concluyen que las importaciones permiten acceder a insumos de mejor calidad y tecnología avanzada, lo cual se traduce en mayor desempeño exportador. Incluso Kim et al. (2009) sugieren que las importaciones pueden influir más en los salarios que las exportaciones, lo que pone en evidencia su peso en el desarrollo económico.

Las importaciones como escudo frente a crisis

La segunda gran virtud de las importaciones es su rol como amortiguador ante interrupciones en las cadenas de suministro. Si la competitividad se vincula a la productividad, la resiliencia económica se relaciona con la capacidad de adaptación. En ambos frentes, las importaciones diversificadas juegan un papel crucial.

La pandemia de COVID-19 puso este principio a prueba. Durante los primeros meses de 2020, Europa enfrentó una escasez alarmante de equipos médicos y material de protección personal. A pesar del colapso inicial, el comercio global respondió con agilidad. Gracias a las importaciones provenientes de diversas geografías, el suministro se normalizó hacia el verano. Lejos de debilitar a las economías, el comercio internacional ayudó a restaurar el equilibrio.

Diversificar los orígenes de los productos es una forma inteligente de distribuir el riesgo geopolítico y logístico. Una estrategia comercial abierta permite reorientar la demanda ante interrupciones localizadas. Por el contrario, la política de relocalización o reshoring, tan promovida por ciertos sectores políticos, puede aumentar la vulnerabilidad al concentrar la producción en un solo país o región.

La OCDE, en su análisis de 2021, fue contundente: los modelos que promueven el autoconsumo productivo presentan mayor inestabilidad ante las crisis. En lugar de apostar por el repliegue económico, los gobiernos deberían fomentar marcos regulatorios que mejoren la resiliencia de las cadenas de valor, sin sacrificar su carácter global.


Reequilibrar el discurso económico

Pese a la abrumadora evidencia, el relato dominante sigue centrado en las exportaciones. Las importaciones suelen verse como una pérdida o una amenaza, especialmente en contextos populistas o proteccionistas. Pero esta visión ignora su contribución decisiva al ecosistema empresarial y a la robustez macroeconómica.

Esta subvaloración tiene consecuencias: distorsiona la política pública, encarece los insumos para las empresas, y perjudica la productividad. Si se busca un crecimiento sostenible, es necesario revisar los supuestos básicos que guían los discursos económicos nacionales.

Una estrategia industrial moderna no puede permitirse ignorar la interdependencia global. A través de las importaciones, las economías acceden a tecnología de punta, nuevos modelos organizacionales, y mercados más amplios para sus propias exportaciones. La lógica es simple: si se mejora la calidad de los insumos, se mejora la calidad del producto final. Y eso, en mercados globales, marca la diferencia.

El caso de América Latina: una oportunidad desaprovechada

En regiones como América Latina, donde muchas economías han vivido procesos cíclicos de apertura y cierre, el papel de las importaciones estratégicas es aún más relevante. La mayoría de los países de la región necesitan modernizar sus sectores industriales, atraer inversión extranjera y mejorar su infraestructura productiva. Para ello, es imprescindible importar maquinaria, software especializado, servicios técnicos y capital humano global.

Los programas de sustitución de importaciones, comunes durante el siglo XX, mostraron sus límites. En muchos casos, aislar la economía no fortaleció el tejido empresarial, sino que lo volvió más dependiente del gasto público y menos competitivo. Hoy, el reto está en diseñar políticas que integren las importaciones inteligentes en estrategias de desarrollo.

Además, la transformación digital, el cambio climático y la transición energética exigen colaboración internacional. Las empresas no pueden producir todos los componentes que necesitan para competir en industrias como la robótica, la inteligencia artificial o la manufactura avanzada. Importar es parte del proceso de transformación.

Las importaciones bien gestionadas no solo reducen costos. También fomentan la innovación, fortalecen la competitividad, impulsan las exportaciones y hacen que nuestras economías sean más resilientes ante el cambio.

Revalorizar las importaciones es ineludible

En un mundo donde los riesgos globales ya no son una posibilidad remota sino una realidad constante, limitarse a producir internamente puede ser más costoso y menos seguro. Es hora de replantear el discurso tradicional y reconocer el papel estratégico de las importaciones.

Las importaciones bien gestionadas no solo reducen costos. También fomentan la innovación, fortalecen la competitividad, impulsan las exportaciones y hacen que nuestras economías sean más resilientes ante el cambio. Revalorizar este papel es, por tanto, una de las tareas más urgentes para el mundo empresarial y para las políticas públicas que aspiran a un desarrollo sostenible.

La competitividad sostenible se construye sobre la base de intercambios mutuos, no sobre muros económicos.

Post a Comment