reglas de origen

A primera vista, las reglas de origen parecen un detalle técnico más dentro de los acuerdos comerciales. Pero en la práctica, son un filtro poderoso que puede determinar qué productos se benefician de aranceles preferenciales y cuáles no.

Las reglas de origen diseñadas para evitar el desvío comercial y proteger industrias locales, estas reglas también pueden volverse un obstáculo que fragmenta las cadenas de valor y distorsiona el flujo natural del comercio.

La pregunta es inevitable: ¿siguen siendo un instrumento necesario o se han convertido en una barrera al libre comercio?

El libre comercio en papel no siempre lo es en la práctica

Desde los años noventa, se han firmado cientos de acuerdos comerciales que prometen reducir aranceles, abrir mercados y beneficiar a productores y consumidores. Sin embargo, una parte importante del comercio global no aprovecha esos beneficios. ¿Por qué?

La respuesta se encuentra en un mecanismo técnico, poco visible pero decisivo: las reglas de origen. Estas reglas, pensadas para evitar el desvío de comercio, terminan siendo en muchos casos una barrera más que un puente. De hecho, una proporción significativa de exportadores no utiliza los tratados de libre comercio porque cumplir con estas reglas resulta demasiado complejo, costoso o incierto.

¿Qué son las reglas de origen?

Para que un producto reciba el trato preferencial de un acuerdo comercial, debe probar que es “originario” de uno de los países firmantes. Ahí entran en juego las reglas de origen: criterios técnicos que determinan si un bien califica como tal, en función de procesos productivos, porcentajes de valor agregado local, o cambio de clasificación arancelaria.

En teoría, estas reglas protegen la integridad del acuerdo. En la práctica, muchas veces introducen costos de cumplimiento que desincentivan a las empresas. Preparar documentación, modificar procesos o certificar componentes puede ser más caro que simplemente pagar el arancel completo. En ese caso, la lógica empresarial es clara: no usar el acuerdo.

Más opciones, más confusión

Una intuición común sugiere que ofrecer múltiples caminos para cumplir las reglas de origen debería facilitar su uso. Sin embargo, diversos estudios muestran que esa flexibilidad no siempre se traduce en una mayor utilización de los acuerdos comerciales.

Cuando existen muchas alternativas, las empresas, especialmente las pequeñas, enfrentan incertidumbre: ¿cuál ruta es la correcta? ¿Cuál implica menor riesgo ante una auditoría? A menudo, la falta de claridad normativa desalienta la aplicación. El exceso de opciones, lejos de empoderar, puede paralizar.

No hay una regla universal que funcione para todos

Un mismo tipo de regla de origen puede ser altamente utilizado en un acuerdo y completamente ignorado en otro. Esto revela que no existe un “formato ideal”. El desempeño de las reglas depende del contexto: tipo de producto, relaciones comerciales históricas, capacidad institucional, e incluso la digitalización de los certificados de origen.

En lugar de reglas técnicas estandarizadas, lo que aparece es una arquitectura diseñada políticamente, moldeada por intereses sectoriales y negociaciones bilaterales. Lo que se presenta como neutral y técnico, en realidad es profundamente estratégico.


¿Libre comercio o comercio condicionado?

En teoría, un tratado de libre comercio elimina barreras. Pero si acceder al beneficio requiere sortear procedimientos costosos, ¿es realmente libre el comercio?

Las grandes empresas, con personal especializado y recursos suficientes, logran navegar el sistema. Pero muchas pequeñas y medianas empresas quedan fuera. El resultado es una distorsión: los acuerdos que deberían democratizar el acceso a mercados, terminan consolidando ventajas para quienes ya estaban en posición dominante.

Reformar lo técnico, sin tocar lo político

Cambiar este escenario no es sencillo. Unificar las reglas de origen entre distintos acuerdos suena ideal, pero implica armonizar intereses nacionales divergentes. Más viable en el corto plazo es simplificar los procesos.

Digitalizar certificados de origen, eliminar requisitos para productos con aranceles bajos o usar formatos únicos de declaración podrían reducir la carga para las empresas. Estas mejoras no requieren renegociar tratados, solo voluntad administrativa.

Asimismo, herramientas digitales, guías claras y servicios de asistencia técnica pueden marcar una gran diferencia. Muchas empresas ni siquiera intentan usar los beneficios comerciales porque no entienden cómo hacerlo. La transparencia normativa es tan importante como la negociación misma.

El futuro del comercio no cabe en reglas del pasado

La economía global actual está organizada en cadenas de valor complejas. Un componente puede producirse en cinco países distintos antes de convertirse en un producto final. Las reglas de origen, pensadas para un mundo más simple, a menudo no encajan.

Algunos tratados han introducido mecanismos de acumulación regional, permitiendo que insumos de países socios se consideren locales. Es un paso en la dirección correcta. Pero todavía hay mucho camino por recorrer si se quiere que los tratados cumplan su promesa.

Acuerdos comerciales con más forma que fondo

La proliferación de tratados no garantiza su aprovechamiento. Si las reglas de origen siguen siendo demasiado costosas o complejas, seguirán excluyendo a quienes más podrían beneficiarse de ellas. El libre comercio, en ese caso, será una idea que vive más en discursos que en contenedores.

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