Cuando escuchamos “Champagne”, “Tequila” o “Roquefort”, no pensamos solo en una bebida o un queso. Pensamos en un lugar, en una historia, en una reputación. Eso es lo que buscan proteger las indicaciones geográficas: nombres ligados a territorios que transmiten calidad, tradición y confianza.
Para un exportador, no es un detalle menor. Una indicación geográfica puede marcar la diferencia entre vender un producto más en un mercado saturado o destacar con un sello de autenticidad.
Qué son las Indicaciones Geográficas
En términos simples, una Indicación Geográfica es un nombre que identifica un producto originario de una región concreta, cuyas características, reputación o calidad están directamente relacionadas con ese lugar.
La Organización Mundial del Comercio (OMC) y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) lo explican con claridad: son nombres de lugares que garantizan que el producto tiene algo único por provenir de allí.
Ejemplos sobran: el Café de Colombia, el Prosciutto di Parma o la Pimienta de Kampot. Todos son productos que deben cumplir normas estrictas y que solo pueden usar esa denominación si realmente provienen de esa región.
Marco legal: quién protege qué
Las indicaciones geográficas no son solo una idea romántica de tradición y calidad. Tienen un respaldo jurídico sólido.
A nivel internacional, el Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC) de la OMC define su protección mínima. La OMPI, a través del Arreglo de Lisboa y el Acta de Ginebra, ofrece un sistema para registrar IG en varios países.
A nivel regional, la Unión Europea es pionera con su esquema de Denominación de Origen Protegida (DOP) e Indicación Geográfica Protegida (IGP). Desde 2023, extendió la protección a productos artesanales e industriales.
En cada país, existen marcos propios. En México, el Tequila está protegido por el Consejo Regulador. En Perú, la Pisco es la denominación más conocida. En Chile, vinos como el Valle de Colchagua cuentan con reconocimiento.
La base es que la protección siempre es territorial. Registrar una Indicación Geografíca en tu país no garantiza reconocimiento automático en el extranjero.
Por qué importan en el comercio internacional
Las indicaciones geográficas generan beneficios concretos en el comercio internacional:
- Mayor valor de mercado: estudios de la FAO muestran que productos con Indicación Geografíca pueden venderse hasta un 30% más caros que los genéricos.
- Diferenciación: en mercados saturados, un sello de origen hace que el producto destaque.
- Confianza y reputación: el consumidor paga por algo auténtico, no por una imitación.
- Desarrollo local: los ingresos se quedan en las comunidades productoras, que protegen sus tradiciones y empleos.
- Sostenibilidad: muchos pliegos de condiciones incluyen prácticas responsables, que se vuelven un argumento de venta.
No todo es fácil
El camino hacia una indicación geográfica también tiene retos:
- Costos: registrar y mantener una IG implica auditorías, controles y organización de productores.
- Conflictos legales: países pueden chocar por el derecho a usar un nombre (como Pisco entre Perú y Chile, o Feta entre Grecia y otros países).
- Imitación: siempre habrá intentos de usar nombres similares para aprovechar la reputación de una IG reconocida.
- Cambio climático: si el entorno cambia demasiado, la calidad que distingue al producto puede verse afectada.
Las indicaciones geográficas son más que un nombre bonito en una etiqueta: son una herramienta de competitividad global. Detrás de cada indicación geográfica hay historia, cultura y reputación. En un mercado global donde la autenticidad es cada vez más valorada, estos sellos representan una oportunidad única para transformar productos locales en referentes internacionales.
