El escenario de la geopolítica en América se caracteriza por un equilibrio complejo entre influencia histórica de Estados Unidos, tensiones persistentes en América Latina y una creciente presencia de China en sectores estratégicos.
Aunque el continente ha evitado guerras de gran escala, las presiones del narcotráfico, la migración, las disputas territoriales y el impacto del cambio climático redefinen prioridades y alianzas. Al mismo tiempo, organismos como la OEA, Mercosur o USMCA muestran fortalezas y limitaciones en un entorno donde convergen seguridad, comercio y política. Entender estas dinámicas es esencial para anticipar riesgos y oportunidades en un continente donde confluyen intereses globales.
10 dinámicas geopolíticas en América
1. Organismos regionales y rivalidad política
La creación de bloques como la OEA, CELAC y UNASUR responde al intento de los gobiernos latinoamericanos de coordinar políticas y gestionar crisis comunes. Sin embargo, la región arrastra una tradición compleja de alineamientos ideológicos, cambios abruptos de gobierno y proyectos institucionales que rara vez sobreviven a ciclos electorales. La OEA sigue siendo un punto de fricción para países que la perciben como una extensión de intereses de Estados Unidos, aunque sus mecanismos de diálogo continúan siendo referencia para debates hemisféricos sobre derechos humanos y democracia.
Al mismo tiempo, el surgimiento de iniciativas como PROSUR reflejó la necesidad de contrapesos, pero su impacto fue limitado. Los recientes esfuerzos por reactivar UNASUR muestran que los gobiernos buscan espacios autónomos para coordinar posiciones, aunque la fragmentación interna continúa frenando avances. La dificultad para articular una voz común debilita la capacidad regional de responder a crisis como la venezolana, donde el deterioro humanitario y la falta de consenso entre países han impedido soluciones sostenibles.
La competencia entre bloques revela una constante: América Latina desea mayor autonomía estratégica, pero sus instituciones reflejan las divisiones internas que dificultan la construcción de liderazgos regionales capaces de influir en escenarios globales.
2. Integración comercial y tensiones económicas
La historia reciente del continente muestra mayor éxito en la integración comercial que en la política. El Mercosur, que agrupa a Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y recientemente Bolivia, logró impulsar el comercio intrarregional y reducir tensiones históricas. Sin embargo, enfrenta retos para consolidarse como mercado común, debido a diferencias regulatorias, tensiones entre políticas industriales y la presión de sectores domésticos.
En paralelo, el USMCA, heredero del NAFTA, se consolidó como el mayor bloque comercial del continente. La integración de las economías de Estados Unidos, México y Canadá transformó cadenas de valor y convirtió a Norteamérica en un polo industrial clave. Aun así, nuevas políticas arancelarias y debates sobre reglas de origen han generado incertidumbre en sectores como automoción y energía.
El creciente peso de China —hoy principal socio comercial de países como Brasil, Chile y Perú— añade una dimensión geopolítica al comercio regional. Su influencia no solo reconfigura flujos comerciales sino también afecta decisiones sobre infraestructura, tecnología y diplomacia, generando dilemas para gobiernos que buscan equilibrar relaciones entre Estados Unidos y China.
3. Frontera Estados Unidos–México: cooperación bajo tensión
La frontera entre Estados Unidos y México representa uno de los corredores comerciales y migratorios más dinámicos del mundo. Ambos países mantienen cooperación estrecha en materias como lucha contra el narcotráfico, comercio y seguridad. Sin embargo, la migración sigue siendo el asunto más sensible y politizado.
Aunque los cruces irregulares disminuyeron desde 2023, la región enfrenta presiones derivadas de inestabilidad en Guatemala, Honduras, Haití y Venezuela. Estados Unidos ha implementado programas como “Remain in Mexico”, criticados por exponer a miles de personas a riesgos de violencia en territorio mexicano, mientras México gestiona la presión migratoria con recursos limitados.
La dificultad de ambos gobiernos para encontrar acuerdos amplios muestra que la dinámica fronteriza está condicionada por ciclos políticos internos, percepciones de seguridad y prioridades de corto plazo. Esto ha reducido la agenda bilateral a un prisma migratorio, desplazando asuntos relevantes como integración energética, nearshoring y coordinación frente al crimen transnacional.
4. El Caribe ante el cambio climático
El Caribe enfrenta una vulnerabilidad extrema ante el cambio climático. El aumento del nivel del mar amenaza infraestructura crítica en Bahamas, Trinidad y Tobago y otros archipiélagos. Los huracanes más intensos han generado daños multimillonarios y desplazado a millones de personas desde 2008, afectando sectores como turismo, agricultura y logística.
Iniciativas como el Caribbean Community Climate Change Centre (CCCCC) y la Climate Governance Initiative buscan coordinar respuestas y mejorar acceso a financiamiento climático. Uno de los avances más destacados es el mecanismo de debt-for-climate swap, impulsado por Barbados, que permite redirigir deuda hacia inversiones en adaptación.
Aunque estas estrategias son innovadoras, no sustituyen la necesidad de financiamiento más amplio y sostenido. La presión climática en el Caribe no es solo ambiental; tiene implicaciones geopolíticas porque condiciona inversiones externas, dependencia tecnológica y cooperación militar en logística humanitaria.
5. Colombia y Venezuela: la fractura de Catatumbo
La región del Catatumbo, en la frontera entre Colombia y Venezuela, es un punto crítico donde confluyen economías ilegales, presencia de grupos armados y ausencia estatal. La coexistencia del ELN, disidencias de las FARC y redes criminales genera una violencia persistente que ha desplazado a miles de personas en 2025.
Las acusaciones de que el gobierno de Venezuela tolera o incluso respalda a sectores del ELN complican los intentos de desescalar tensiones. La falta de control efectivo en ambos lados de la frontera facilita rutas del narcotráfico y crea incentivos para grupos armados que aprovechan economías ilícitas.
La rivalidad política entre Caracas y Bogotá ha impedido políticas fronterizas coordinadas, mientras la población vive bajo amenazas de extorsión, secuestro y reclutamiento forzado. Catatumbo seguirá siendo un motor de inestabilidad mientras no exista una estrategia binacional y sostenida para recuperar capacidades institucionales.
6. Venezuela y Guyana: tensiones por el Essequibo
El territorio de Essequibo, rico en petróleo, oro y cobre, ha sido objeto de disputa entre Venezuela y Guyana durante décadas. La reciente militarización de la zona, junto con ejercicios conjuntos entre Guyana y Estados Unidos, evidencia que las tensiones podrían escalar. Brasil también reforzó su presencia fronteriza para evitar desbordes del conflicto.
Para el gobierno venezolano, presionar sobre Essequibo es una herramienta política interna, especialmente en momentos de crisis económica y cuestionamientos electorales. La expansión petrolera de Guyana intensifica la disputa, pues redefine el equilibrio energético regional.
Sin mediación internacional sólida y sin incentivos claros para desescalar, el riesgo de incidentes militares aumenta, generando incertidumbre sobre rutas de inversión y estabilidad en el Caribe y la cuenca del Orinoco.
7. El narcotráfico como amenaza hemisférica
El narcotráfico es uno de los motores más persistentes de inseguridad regional. Las rutas que conectan Bolivia, Colombia, Perú, Brasil, Ecuador y México abastecen mercados de cocaína, fentanilo y metanfetaminas en Estados Unidos, Asia y Europa. El negocio mueve miles de millones de dólares anuales, fortaleciendo organizaciones criminales que emplean extorsión, secuestro y corrupción para asegurar territorios.
Las respuestas estatales han oscilado entre operativos militares y programas de desarrollo, pero la presión de la demanda internacional mantiene incentivos para la producción. En algunas zonas, la infiltración de estructuras criminales en gobiernos locales debilita instituciones, erosiona confianza pública y limita la capacidad de ejecutar políticas de seguridad.
La dimensión transnacional del narcotráfico exige cooperación profunda, pero la fragmentación política regional dificulta avances sostenidos y consistentes.
8. Migración y reorganización demográfica
La migración intrarregional ha crecido hasta representar más del 70% de los desplazamientos en América Latina. La crisis venezolana ha impulsado uno de los mayores éxodos del mundo contemporáneo: casi ocho millones de personas han salido del país y la mayoría permanece dentro del continente.
El endurecimiento de políticas migratorias en Estados Unidos ha incentivado la movilidad hacia otros destinos, incluidos Chile, Perú, Colombia y Brasil, donde oportunidades laborales y convenios como los de Mercosur facilitan integración parcial. Sin embargo, percepciones negativas sobre seguridad alimentan tensiones sociales, pese a estudios que demuestran inexistencia de vínculos entre migración y delitos.
La gestión migratoria seguirá siendo un desafío estructural que requiere mecanismos de protección regional y cooperación entre gobiernos para evitar crisis humanitarias recurrentes.
9. China y América Latina: una relación estructural
La presencia de China es uno de los cambios más significativos en la geopolítica en América. El comercio bilateral creció más de treinta veces desde 2000, y Beijing se ha convertido en financista de infraestructura, préstamos soberanos y proyectos de energía eólica, solar y portuaria.
El interés chino se centra en minerales, soya, petróleo, logística y expansión tecnológica. Países como Argentina, Perú, Ecuador y Brasil han recibido inversiones multimillonarias en transporte, energía y telecomunicaciones. Al mismo tiempo, varios gobiernos han roto vínculos con Taiwán para alinearse diplomáticamente con Beijing.
Aunque el financiamiento chino ha disminuido desde 2020, su influencia política y económica perdura. La región deberá equilibrar esta relación con su dependencia histórica de Estados Unidos, evitando quedar atrapada en la rivalidad estratégica entre ambas potencias.
10. El Ártico: la frontera silenciosa del hemisferio
El Ártico se ha convertido en un nuevo espacio de competencia global, impulsado por el deshielo que abre rutas marítimas y revela reservas de gas, petróleo y minerales críticos. Estados Unidos y Canadá mantienen ejercicios militares anuales para proteger su presencia en una zona donde Rusia y China buscan expandir su influencia.
Para América, el Ártico tiene implicaciones energéticas, ambientales y comerciales. La apertura de rutas podría reducir tiempos logísticos entre continentes, mientras los recursos naturales refuerzan debates sobre soberanía y cooperación científica. La región será cada vez más relevante en la estrategia de seguridad hemisférica.
