Qué es el Acuerdo de París y cómo funciona

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el acuerdo de parís
Torre Eiffel, París

El Acuerdo de París se ha convertido en la referencia central de la gobernanza climática contemporánea. Más que un pacto ambiental, funciona como una herramienta diplomática que define cómo los países deben enfrentar el calentamiento global durante las próximas décadas.

La importancia de este acuerdo radica en que prácticamente todas las economías del mundo participan, desde grandes potencias industriales hasta economías emergentes con riesgos climáticos elevados. En un contexto donde la temperatura global ya supera el umbral histórico de 1°C, el Acuerdo de París establece un marco de acción para evitar escenarios de daño irreversible y para impulsar transformaciones energéticas que son decisivas para la estabilidad económica global.

El Acuerdo de París

Un tratado que redefine la cooperación climática

Firmado en 2015 por 195 gobiernos, el Acuerdo de París introdujo una novedad política: todos los países, sin excepción, deben presentar metas climáticas propias —las contribuciones determinadas a nivel nacional, o NDC— y actualizarlas cada cinco años con mayor ambición. A diferencia del Protocolo de Kioto, que imponía obligaciones solo a economías desarrolladas, el nuevo acuerdo reconoce que la transición energética requiere responsabilidad compartida.

Su objetivo central es evitar que el incremento de la temperatura exceda los 2°C respecto a los niveles preindustriales y trabajar para mantenerlo en 1.5°C, un umbral que la comunidad científica considera crítico. Superarlo significaría un aumento sustancial de eventos extremos, pérdidas de biodiversidad, desplazamiento poblacional y costes económicos que afectarían tanto a países desarrollados como a economías vulnerables.

La estructura flexible del acuerdo responde a una realidad: los países poseen capacidades distintas. Por ello, las NDC no son comparables entre sí en diseño, ambición o indicadores. Sin embargo, el mecanismo de transparencia busca asegurar seguimiento público y presión internacional para mantener y ampliar el compromiso.

¿Por qué el umbral de 1.5°C es tan importante?

La insistencia en limitar el aumento a 1.5°C no es arbitraria. El consenso científico señala que superar esta cifra amplificaría los riesgos en cascada: desde sequías más prolongadas hasta inundaciones recurrentes que afectarían infraestructura, agricultura y comercio global. El ritmo del calentamiento actual es el más acelerado registrado en la historia moderna y está directamente vinculado con actividades humanas intensivas en carbono.

La referencia histórica a la Revolución Industrial refleja el momento en que las emisiones comenzaron a crecer de manera sostenida. Desde entonces, la temperatura ya ha subido más de 1°C, y de continuar la tendencia, se proyecta un incremento de entre 2°C y 4°C para 2100, lo que excedería ampliamente los límites de seguridad estimados.

La transformación del modelo de cooperación internacional

El Acuerdo de París introdujo dos innovaciones:

1. Responsabilidad universal

Todos los países —independientemente de su nivel de desarrollo— presentan planes climáticos. Este diseño evita disputas sobre quién debe actuar y cuándo.

2. Flexibilidad nacional

Cada NDC es voluntaria y diseñada según las capacidades económicas y energéticas del país. Esto facilita adhesión global, aunque genera una brecha entre intención política y acción efectiva.

A diferencia de otros tratados, el cumplimiento no conlleva sanciones. La presión internacional, la reputación y los costos crecientes de la inacción son los principales incentivos para avanzar. Esto explica por qué algunas economías muestran avances significativos mientras otras permanecen rezagadas.

El mecanismo de aumento progresivo de ambición

Uno de los elementos más innovadores del acuerdo es el ratchet mechanism, que obliga a cada país a presentar NDC más ambiciosas cada cinco años. Este diseño evita que los compromisos se estanquen y busca crear un ciclo continuo de presión política y social para acelerar la reducción de emisiones.

El mecanismo, sin embargo, requiere tres elementos para funcionar:
  • Transparencia verificable sobre las emisiones.
  • Opinión pública informada y participación empresarial en la transición.
  • Estabilidad política que permita cumplir metas a largo plazo.

Sin estos factores, las actualizaciones pueden volverse ceremoniales y no traducirse en reducciones reales.


Panorama del Acuerdo de París

¿Está el mundo avanzando al ritmo necesario?

El primer Global Stocktake (GST), realizado en 2023, mostró que las emisiones globales siguen aumentando y que las NDC actuales no alcanzan las metas. Si se cumplieran exactamente los planes vigentes, el calentamiento se situaría alrededor de 2.6°C hacia 2100, muy por encima de los límites acordados.

Para mantener viva la ambición de 1.5°C, sería necesario:
  • Reducir las emisiones globales en un 43% para 2030 respecto a 2019.
  • Alcanzar una caída del 60% para 2035.
  • Llegar a cero emisiones netas en 2050.

Esas cifras implican una transición profunda en sectores como energía, transporte, agricultura y manufactura. Representan una disrupción económica sin precedentes, pero también una oportunidad para modernizar sistemas productivos y reducir costos asociados a eventos climáticos extremos.

Diferencias en la ambición climática: India, Rusia y Estados Unidos

Las trayectorias climáticas de distintas economías muestran la heterogeneidad del compromiso global.

India

India concentra parte importante de las emisiones globales, pero también lidera la expansión de energías renovables. Su NDC incluye planes para aumentar la cobertura forestal y lograr que la mitad de su generación eléctrica en 2030 provenga de fuentes limpias. Aunque ha invertido más en renovables que en combustibles fósiles desde 2017, la dependencia del carbón y la demanda energética de una población en rápido crecimiento siguen siendo desafíos estructurales.

Rusia

Rusia tardó cuatro años en ratificar el acuerdo y mantiene políticas climáticas débiles o poco claras. La falta de metas firmes y la dependencia económica del petróleo y gas limitan cualquier progreso sustancial. En vez de reducir emisiones, el país se centra en responder a desastres climáticos cuando ocurren, un enfoque costoso e insostenible. De replicarse globalmente esta estrategia, la temperatura superaría ampliamente los límites del Acuerdo de París.

Estados Unidos

Estados Unidos ha tenido una historia irregular. Tras liderar las negociaciones en 2015, se retiró del acuerdo en 2017, volvió en 2021 y volvió a retirarse en 2025. Al ser el segundo mayor emisor mundial, su ausencia tiene efectos significativos: sus recortes representaban cerca del 20% del total proyectado por los países.

Con el regreso de políticas menos favorables al clima en 2025, persiste la incertidumbre global. El retroceso genera retrasos, encarece la transición energética y debilita la cooperación internacional justo cuando los esfuerzos deben intensificarse.

Avances concretos: ejemplos que muestran que es posible

A pesar de las brechas, varios países están demostrando que acelerar la transición es viable:
  • Chile ha incrementado su capacidad renovable y acelera la salida del carbón.
  • Nepal genera toda su electricidad a partir de fuentes renovables desde 2015.
  • Noruega avanza rápidamente hacia una movilidad eléctrica total, muy por encima de sus metas iniciales.

Estos casos prueban que la combinación de políticas públicas estables, inversión privada y claridad regulatoria permite avances rápidos. Sin embargo, son excepciones: la mayoría de los países aún no traduce el compromiso del Acuerdo de París en acciones suficientes.

Retos para los gobiernos y las empresas

El Acuerdo de París no solo plantea obligaciones estatales; también reconfigura el entorno de negocios global. La transición energética afecta precios, inversiones, cadenas de suministro y riesgos operativos. 

Entre los principales desafíos destacan:
  • Financiar infraestructura renovable en países emergentes.
  • Reducir costos tecnológicos para escalar soluciones de hidrógeno, captura de carbono y redes inteligentes.
  • Reorientar subsidios hacia energías limpias.
  • Preservar la competitividad industrial sin frenar la descarbonización.
  • Asegurar mecanismos de adaptación para sectores expuestos a eventos extremos.

En este contexto, empresas y gobiernos deben alinear estrategias de largo plazo con las metas del Acuerdo de París, integrando métricas climáticas en decisiones financieras y regulaciones sectoriales.

Si bien el Acuerdo de París no es perfecto, es significativo porque es el primer gran acuerdo climático de su tipo. El Acuerdo de París representa un primer paso hacia la solución de un problema que afecta profundamente al mundo entero. El Acuerdo de París es un primer paso histórico, pero no puede ser el último.

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