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| Image: REUTERS/Johannes P. Christo/File Photo. |
Comprender qué son el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) es fundamental para interpretar el funcionamiento del sistema financiero global. Ambas instituciones surgieron en un mundo devastado por la guerra y, desde entonces, han influido en políticas públicas, programas de desarrollo, rescates financieros y estrategias macroeconómicas en más de un centenar de países. Su impacto —positivo y controvertido— sigue siendo enorme en un entorno marcado por tensiones geopolíticas, deuda creciente y nuevas potencias prestamistas.
Aunque sus papeles en el Comercio Internacional son distintos, el Banco Mundial y el FMI comparten un propósito: sostener la estabilidad económica internacional. Sin embargo, el modo de operar de cada organismo, sus prioridades y la forma en que han evolucionado reflejan tanto sus éxitos como sus limitaciones estructurales. Hoy enfrentan desafíos que no estaban presentes en 1944 y deben adaptarse a una economía más fragmentada, digital y multipolar.
Historia del Banco Mundial y el FMI
La historia de ambas instituciones empieza en 1944, cuando representantes de cuarenta y cuatro países se reunieron en Bretton Woods. Europa estaba arrasada después de la Segunda Guerra Mundial y la destrucción había debilitado gobiernos, sistemas bancarios y monedas. El riesgo de inestabilidad social y política era real. Para evitar una repetición de las crisis de los años treinta, los líderes acordaron crear dos organismos destinados a sostener la reconstrucción y la estabilidad financiera internacional
El Banco Mundial nació para financiar la recuperación de Europa, priorizando proyectos de reconstrucción e infraestructura con horizontes de largo plazo. El FMI, en cambio, se concibió como un organismo de supervisión macroeconómica y apoyo financiero a países con dificultades de balanza de pagos. Ambos formaron la base del nuevo sistema monetario internacional.
Con el paso de los años, la misión de estas instituciones se amplió. El Banco Mundial orientó su cartera hacia el desarrollo, y el FMI evolucionó de un supervisor del sistema de tipos de cambio fijos a un prestamista de última instancia para economías en crisis. La relevancia de Bretton Woods persiste: estableció reglas, procesos y un formato de cooperación que aún condiciona la arquitectura financiera global.
¿Qué es el Banco Mundial?
El Banco Mundial fue creado para apoyar la reconstrucción posguerra, pero hoy su mandato se centra en dos objetivos: reducir la pobreza extrema y promover prosperidad compartida. Para lograrlo, financia proyectos de infraestructura, salud, educación, energía y fortalecimiento institucional en países clasificados como de ingreso bajo y medio.
Entre sus instrumentos se encuentran préstamos a tasas preferenciales, asistencia técnica y grants para los países más pobres. Ha financiado carreteras, escuelas, sistemas de salud y proyectos de agua potable. También ha impulsado investigaciones sobre desarrollo que guían políticas públicas en todo el mundo.
Las contribuciones han sido significativas. En India, por ejemplo, el Banco Mundial apoyó la expansión de carreteras rurales, elevó el acceso a escuelas y participó en programas de salud con impacto duradero. Además, ha destinado grandes recursos a la lucha contra el VIH/Sida, así como a la reconstrucción de países tras conflictos, como Bosnia, Colombia o El Salvador.
Sin embargo, su historial también muestra limitaciones. Algunos proyectos han desplazado comunidades, han generado tensiones sociales o no han incorporado adecuadamente a grupos locales en la toma de decisiones. Persisten dudas sobre su capacidad para seleccionar las políticas más efectivas para reducir la pobreza. En ocasiones, el Banco ha oscilado entre grandes megaproyectos y enfoques centrados en gobernanza sin una estrategia coherente de largo plazo.
A pesar de estas tensiones, la institución sigue siendo uno de los principales actores del financiamiento global, especialmente en contextos donde más de setecientos millones de personas continúan viviendo en pobreza extrema.
¿Qué es el FMI?
El FMI opera como un bombero financiero. Su función principal es actuar cuando un país enfrenta un colapso económico que amenaza su estabilidad y la del sistema internacional. Los gobiernos aportan recursos al organismo, que luego se utilizan para otorgar préstamos a países con crisis de balanza de pagos o dificultades para acceder a los mercados.
La vigilancia macroeconómica del FMI incluye análisis fiscales, inflacionarios, monetarios y de deuda. Cada país recibe un informe regular —la consulta del Artículo IV— que evalúa su situación económica. Si un país presenta desequilibrios severos, el FMI puede proponer un programa de apoyo financiero acompañado de recomendaciones de políticas económicas.
Estos programas pueden estabilizar economías al borde del colapso, pero sus condiciones suelen ser polémicas. Las medidas de austeridad han generado protestas sociales y críticas por su impacto en poblaciones vulnerables. Los casos de Grecia tras la crisis de 2008 ilustran los costos sociales de los ajustes rápidos: aumento del desempleo, caída de pensiones y tensiones políticas.
Para algunos analistas, las condiciones estrictas del FMI pueden frenar la recuperación económica. Para otros, son necesarias para restaurar la sostenibilidad fiscal y evitar colapsos más profundos.
Éxitos y fallas: evaluación del Banco Mundial y del FMI
Evaluar el desempeño de ambas instituciones implica revisar logros visibles y fallas persistentes. Entre los aciertos más destacados se encuentran:
- Creación de un marco de cooperación internacional para evitar crisis sistémicas.
- Consolidación de prácticas estandarizadas de supervisión macroeconómica.
- Financiamiento de infraestructura crítica en regiones de bajos ingresos.
- Capacidad para movilizar recursos rápidamente en emergencias, como durante la **pandemia**, cuando el FMI desembolsó más de 250.000 millones de dólares y el Banco Mundial comprometió más de 200.000 millones.
Pero también tienen frentes abiertos:
- Proyectos del Banco Mundial que no han considerado impactos sociales o ambientales.
- Programas del FMI que han profundizado desigualdades de corto plazo.
- Falta de voz de economías emergentes en la toma de decisiones.
- Lentitud en adaptarse a nuevas realidades financieras, como la digitalización o el auge de nuevos prestamistas soberanos.
Ambos organismos mantienen un rol relevante, pero sus marcos operativos requieren actualizaciones para responder a desafíos estructurales más complejos que los de mediados del siglo XX.
¿Qué futuro espera al Banco Mundial y al FMI?
La pandemia fue un punto de inflexión. Mostró que, pese a críticas persistentes, las instituciones multilaterales siguen siendo indispensables. Su capacidad técnica y financiera permitió respuestas coordinadas ante la crisis, cuando muchos países enfrentaban dificultades para financiarse en mercados volátiles.
No obstante, el futuro plantea retos que exigen reformas profundas:
Relevancia en un entorno multipolar
El ascenso de prestamistas bilaterales y nuevas alianzas financieras fragmenta el sistema. Ambos organismos necesitan demostrar que siguen siendo actores confiables, imparciales y capaces de ofrecer soluciones de largo plazo.
Modernización de sus instrumentos
Se requieren marcos más flexibles para financiar proyectos verdes, infraestructuras resilientes y sistemas digitales. Además, el FMI debe refinar su aproximación hacia la sostenibilidad de deuda para evitar ciclos de rescates repetidos.
Gobernanza y representación
Varios países emergentes demandan más voz en las decisiones. Reequilibrar la estructura de voto puede fortalecer la legitimidad y capacidad de acción de ambas instituciones.
Cohesión social y viabilidad política
Los programas de ajuste y las inversiones deben integrarse con estrategias que mitiguen el impacto sobre grupos vulnerables. La sostenibilidad económica no puede avanzar sin estabilidad social.
Un entorno financiero más competitivo
Nuevos actores y nuevas rutas de financiamiento
Hoy, la competencia no proviene de instituciones multilaterales tradicionales, sino de prestamistas estatales, especialmente provenientes de economías emergentes. En la última década, China, a través del China Development Bank y el Export-Import Bank of China, ha otorgado más financiamiento para proyectos de desarrollo que el propio Banco Mundial.
¿Por qué algunos gobiernos optan por prestamistas bilaterales?
Varias razones destacan:
- Ausencia de condiciones estrictas sobre reformas fiscales o sociales.
- Mayor rapidez en el desembolso.
- Confidencialidad en los acuerdos, que evita presiones internas o externas.
- Posibilidad de negociar proyectos estratégicos en sectores como energía, minería o transporte.
Estos préstamos, sin embargo, pueden generar dependencia financiera y riesgos geopolíticos. Los intereses del prestamista pueden no coincidir con las prioridades del país receptor; además, la opacidad puede ocultar compromisos fiscales problemáticos o condicionar la política exterior.
La aparición de estos actores altera el equilibrio histórico del sistema de Bretton Woods y obliga al Banco Mundial y al FMI a repensar su propuesta de valor.
