La historia económica reciente no ofrece un contraste más evidente que el de Corea del Norte y Corea del Sur, dos países con la misma lengua, pasado común y cultura, pero con trayectorias que hoy representan extremos en materia de desarrollo, gobernanza y relaciones internacionales. Resulta difícil encontrar un caso tan ilustrativo para los sectores empresariales y de comercio exterior que buscan entender cómo las decisiones políticas y económicas pueden definir el rumbo de una nación durante décadas.
Este artículo aborda por qué, pese a partir desde un punto comparable tras la Segunda Guerra Mundial, Corea del Norte y Corea del Sur adoptaron modelos radicalmente distintos: uno centrado en aislamiento, autosuficiencia y control estatal absoluto; otro basado en la apertura, exportaciones y cooperación internacional. Ambas elecciones no solo moldearon sus economías, sino también la competitividad empresarial, la relación con mercados globales y la capacidad de atraer tecnología, inversión y conocimiento.
Corea del Norte y Corea del Sur
Origen de la división: cómo empezó la diferencia estructural
La fractura entre norte y sur no surgió de diferencias productivas profundas, sino de un acontecimiento político global. Tras la expulsión del Imperio japonés en 1945, la península quedó dividida en dos zonas de influencia: soviética en el norte y estadounidense en el sur. La división, que inicialmente sería temporal, dio lugar a dos Estados que se proclamaron legítimos gobernantes de toda Corea.
Esta separación marcó el primer factor estructural que condicionó las trayectorias posteriores: dos sistemas políticos completamente distintos. Mientras el norte adoptó un modelo comunista de partido único, el sur avanzó hacia un sistema estatal más cercano al mercado, aunque con ciclos de autoritarismo en sus primeras décadas. La Guerra de Corea (1950–1953) consolidó la división y destruyó infraestructuras, pero también reforzó las prioridades de cada sistema.
La experiencia empresarial de ambos países comenzó a diferenciarse desde entonces. En el norte, los medios de producción pasaron al control absoluto del Estado. En el sur, pese a la pobreza inicial, se mantuvo un espacio para el sector privado, que más tarde sería el motor de su transformación industrial.
El despegue divergente tras la guerra
Corea del Norte: autosuficiencia y centralización total
En los años posteriores a la guerra, Corea del Norte tenía condiciones para avanzar con rapidez. Contaba con una base industrial heredada del periodo colonial japonés, gran disponibilidad de minerales y carbón, y un aparato estatal capaz de movilizar recursos. Bajo el liderazgo de Kim Il-sung, el país adoptó el principio de juche o autosuficiencia, que buscaba minimizar cualquier dependencia del exterior.
En la práctica, juche significó un modelo en el que el Estado determinaba precios, producción, objetivos industriales y salarios. La administración controlaba las estadísticas económicas y dirigía todos los recursos hacia sus prioridades político-militares. Aunque durante los primeros años la centralización permitió avances rápidos en educación, electrificación y producción industrial, la falta de innovación, competencia y apertura limitó la productividad.
La obsesión por la seguridad y la militarización redujo la inversión en sectores productivos y en industrias de consumo. Con el tiempo, el país quedó rezagado en tecnologías emergentes, incapaz de absorber conocimiento global o integrarse en cadenas de valor. La toma de decisiones unipersonal y la ausencia de instituciones especializadas hicieron inviable un modelo sostenible.
Corea del Sur: apertura gradual y apuesta por las exportaciones
En el mismo periodo, Corea del Sur tenía un punto de partida débil. Carecía de recursos naturales, su agricultura era poco productiva y su estructura política era frágil. Sin embargo, el país mantuvo relaciones económicas estratégicas con Estados Unidos, recibió ayuda internacional y, sobre todo, emprendió reformas que transformaron su aparato productivo.
El punto de inflexión llegó con Park Chung-hee en 1961, quien impulsó un modelo orientado a las exportaciones, inspirado en el dinamismo industrial japonés. El Estado fomentó el desarrollo de conglomerados privados —los chaebol, como Samsung y Hyundai—, les otorgó financiamiento competitivo y exigió resultados medidos con precisión.
El sur adoptó un enfoque pragmático: importar materias primas, especializarse en manufacturas de bajo costo, mejorar capacidades industriales y avanzar hacia bienes de mayor valor agregado. Con el tiempo, esto permitió consolidar un ecosistema de innovación, instituciones económicas sólidas y un sector privado altamente competitivo.
Modelos económicos que determinaron destinos radicalmente diferentes
Corea del Norte: planificación sin información confiable
Durante los años 60 y 70, Corea del Norte priorizó la industria pesada y el gasto militar. La falta de mecanismos para medir productividad, costos y eficiencia derivó en una “planificación sin plan”. El país enfrentó tres grandes obstáculos:
- Ineficiencia crónica por decisiones políticas no basadas en datos reales.
- Aislamiento internacional, que impidió acceso a tecnología y mercados.
- Dependencia de subsidios externos, principalmente de la Unión Soviética.
Cuando la URSS colapsó en 1991, Corea del Norte perdió su principal fuente de energía barata, maquinaria y comercio preferencial. Esto provocó un colapso agrícola, caída de la industria y una crisis humanitaria prolongada.
La economía quedó reducida a un sistema militarizado, con limitada actividad privada y un entorno prohibitivo para la inversión extranjera debido a sanciones internacionales y restricciones internas.
Corea del Sur: industrialización acelerada y modernización
Mientras tanto, Corea del Sur pasó de una economía agrícola a convertirse en una potencia tecnológica en menos de cincuenta años. Invirtió en infraestructura, educación técnica, ciencia aplicada e integración comercial, lo que permitió:
- Crear un sector manufacturero de escala global.
- Fortalecer un entorno empresarial dinámico.
- Impulsar industrias como electrónica, automotriz, astilleros y semiconductores.
- Atraer capital extranjero y desarrollar capacidades de innovación.
La presencia de tropas estadounidenses contribuyó a la estabilidad, lo que redujo riesgos para inversionistas. Y aunque el país enfrentó crisis como la asiática de 1997 o escándalos políticos posteriores, logró mantener un marco institucional capaz de reponerse y continuar creciendo.
Hoy Corea del Sur se ubica entre las economías más avanzadas, con un sector tecnológico líder, alta calidad de vida y estándares de salud y educación ampliamente reconocidos.
Lecciones para el mundo de Corea del Norte y Corea del Sur
Decisiones que construyen o destruyen competitividad
La comparación entre ambos países es una fuente valiosa de análisis para empresarios, gobiernos y profesionales del comercio exterior.
1. La apertura genera aprendizaje
Mientras Corea del Norte limitó el acceso a tecnología, Corea del Sur importó conocimiento, lo adaptó y lo mejoró. La capacidad de integrarse en cadenas globales de valor fue determinante para su éxito exportador.
2. Instituciones sólidas permiten continuidad
El sur combinó incentivos estatales con evaluación técnica y profesionalizada. Sin estadísticas confiables, Corea del Norte no pudo corregir errores ni optimizar su producción.
3. El sector privado es un motor imprescindible
Los chaebol mostraron que alianzas público-privadas pueden impulsar industrias estratégicas si existen metas claras y supervisión efectiva.
4. La obsesión militarizada reduce el potencial productivo
La inversión excesiva en armamento, como ocurrió en el norte, desplaza recursos que podrían generar crecimiento, empleo y exportaciones.
5. Diversificación y resiliencia son esenciales
Corea del Sur enfrentó crisis financieras y políticas, pero contaba con instituciones y mercados diversificados para recuperarse. Corea del Norte, por el contrario, dependía de un único socio estratégico.
La brecha actual: dos realidades que reflejan sus decisiones históricas
Hoy, Corea del Norte y Corea del Sur representan dos extremos en desarrollo humano, competitividad económica y calidad de vida. El sur es una economía de innovación, conectada globalmente, con alto ingreso per cápita y empresas líderes en tecnología. El norte, en cambio, mantiene restricciones severas a la actividad comercial, continúa invertido en programas militares y enfrenta limitaciones estructurales que afectan a gran parte de su población.
Las diferencias no son fruto del azar ni de variables geográficas. Son el resultado directo de las decisiones tomadas durante más de siete décadas en materia de comercio, inversión, gobernanza y política industrial.
