La bóveda donde Louis O’Connor guarda su mayor tesoro no contiene oro ni diamantes. Bajo tierra, en las afueras de Fráncfort, el CEO de Strategic Metals Invest protege lo que llama “activos estratégicos”: tierras raras como terbio y disprosio. Su valor no reside en su brillo, sino en su rol insustituible en motores eléctricos, turbinas eólicas, sistemas de defensa y tecnología de consumo.
En primavera de 2025, O’Connor recibió una visita inesperada. Tras el anuncio de China de restringir las exportaciones de ciertos elementos, un inversor le ofreció comprar de inmediato toda su existencia de metales pesados. No era casualidad. Era una advertencia: el dominio de China sobre las tierras raras no es circunstancial, es estructural.
El arma invisible: el dominio de China sobre las tierras raras
De California a Pekín: el cambio de mando
Durante décadas, el liderazgo mundial en producción de tierras raras estuvo en manos de Estados Unidos. En 1949, el descubrimiento de grandes yacimientos en Mountain Pass, California, impulsó una industria que alimentó desde programas espaciales hasta electrónica de consumo.
China observaba. A partir de los años 60, envió delegaciones técnicas a estudiar el proceso. Mark Smith, ex CEO de Molycorp, recuerda cómo ingenieros chinos recorrían las plantas, tomaban fotos y hacían preguntas. “Se llevaron todo el conocimiento a casa”, dice sin rencor, pero con resignación.
Esa transferencia informal de know-how fue el inicio de una revolución industrial silenciosa que décadas más tarde pondría a China en el centro del tablero geoeconómico.
Los elementos de tierras raras se concentran especialmente en el sur de China.
Depósitos y apariciones conocidos de elementos de tierras raras, a partir de 2018
Credit: Alyson Hurt/NPR
El caos que precede al control
El auge minero en China no fue ordenado. Durante los años 90 y 2000, cientos de pequeñas empresas, muchas sin licencia, extraían tierras raras con métodos rudimentarios, usando ácidos corrosivos vertidos directamente en el suelo. El impacto ambiental fue catastrófico.
En el sur del país, donde se concentran los metales pesados más valiosos, los pobladores vivían rodeados de contaminación, mientras las ganancias se repartían entre empresarios oportunistas y gobiernos locales. La situación era tan descontrolada que en 2012, medios estatales compararon la industria con el narcotráfico.
La sobreoferta, además, provocaba guerras de precios internas. Como lo resumió el entonces ministro de industria Xiao Yaqing: “Las tierras raras de China no se venden a precio de ‘rareza’, sino a precio de ‘tierra’”.
Beijing toma las riendas
A finales de los años 90, el gobierno central comenzó a intervenir. Primero, estableció cuotas de producción y exportación con la promesa de reducir la contaminación y elevar la competitividad. Esto generó dos efectos simultáneos:
- Una estructura de precios dual: más bajos para el mercado interno, más altos para el extranjero.
- Un auge del contrabando. Analistas estiman que hasta el 30% de la producción se exportaba ilegalmente hacia Japón y EE. UU.
En 2014, la Organización Mundial del Comercio dictaminó que las cuotas violaban las reglas del comercio global. Pero para entonces, China ya había cambiado de estrategia. En lugar de controlar el volumen, pasaría a controlar quién produce y cómo.
La estrategia “uno más cinco”
En 2011, comenzó un proceso de consolidación industrial bautizado como “uno más cinco”. El objetivo: reducir el número de actores a seis conglomerados, los llamados “Big Six”, en su mayoría empresas estatales. Para lograrlo, las autoridades:
- Realizaron inspecciones sorpresa
- Confiscaron materiales ilegales
- Demolieron minas clandestinas
El resultado fue un mercado controlado, sin competencia interna, con precios estables y márgenes saludables. “Antes tenías múltiples oferentes. Hoy hay homogeneidad y menos espacio para negociar”, explica Jan Giese, comerciante con sede en Fráncfort.
La nueva estructura transformó a China no solo en productor, sino en árbitro del mercado global de tierras raras.
El mundo depende de un solo proveedor
A diferencia de otros commodities, no existe un mercado abierto ni transparente para tierras raras. La cotización depende de acuerdos bilaterales y decisiones políticas. En abril de 2025, cuando China impuso un sistema de licencias para exportar ciertos elementos, varias empresas europeas y estadounidenses debieron detener líneas de producción enteras.
El desequilibrio es tal que no hay suficientes instalaciones fuera de China para cubrir la demanda global de refinado, la etapa más compleja del proceso. Incluso en países con yacimientos ricos como Estados Unidos, Australia o Brasil, la infraestructura para refinar tierras raras sigue siendo insuficiente o inexistente.
La apuesta tardía de Occidente
Empresas emergentes como Phoenix Tailings (EE. UU.) o Lynas Rare Earths (Australia) buscan cambiar esta situación. Phoenix ha comenzado a extraer elementos valiosos de residuos mineros, reduciendo la dependencia de minas tradicionales. Este año inaugurará una planta en New Hampshire que podría cubrir el 50% de las necesidades del sector defensa estadounidense.
El renovado interés por las tierras raras también ha tocado a Wall Street. Nicholas Myers, CEO de Phoenix, asegura que la interrupción china “cambió el tono completamente” entre los inversores. “Durante años nos ignoraron. Ahora llaman ellos”.
Pero el desafío va más allá del financiamiento. El proceso de establecer una cadena de suministro completa (desde extracción hasta imanes permanentes) toma años, requiere permisos complejos y enfrenta resistencia local por los riesgos ambientales.
Más que un recurso: un arma geopolítica
El dominio chino sobre las tierras raras ofrece a Pekín una herramienta de presión sin precedentes. A lo largo de la guerra comercial con EE. UU., la posibilidad de restringir el acceso a materiales clave se ha usado como amenaza velada y como castigo abierto.
Para los estrategas chinos, esto no es nuevo. Deng Xiaoping ya lo dijo en 1992: “El Medio Oriente tiene petróleo. China tiene tierras raras”. Hoy, esa frase suena profética.
El futuro se refina en Asia
Aunque Occidente intenta reconfigurar su estrategia, los datos son contundentes. China sigue representando más del 85% del refinado global, y controla grandes participaciones en proyectos en África, Sudamérica y el sudeste asiático.
Los esfuerzos de diversificación en EE. UU. y Europa avanzan, pero lentamente. Las tierras raras seguirán siendo un punto de fricción comercial, una variable geopolítica crítica y un insumo indispensable para industrias del futuro como la inteligencia artificial, los vehículos eléctricos y la transición energética.
Para quienes controlan su flujo, el poder va más allá del metal: reside en el monopolio de lo imprescindible.
Este artículo fue elaborado a partir de información y hechos presentados en el reportaje original publicado por KGOU el 23 de julio de 2025.
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